R...
Rojo. Comienzan las redondas a girar.
Suena 'Luminosa', miro a la derecha: gente, gente, topadora y camión. Bus-queda-
Busqué... qué? O quién? Busqué... me fui por sederos causativamente elegidos. Pasé por calles saltando, bajando, pedal pedal, fuerza dura. Pero miraba y miraba y miraba y no encontraba el rostRo. Me pareció extraño... ¿cuántos apellidos habrá aquí? Me respondí: heRnandez, Ramírez, gaRcía, etc. Realmente no sé si dije "etc." Quizás uno solo importaba. La lluvia se veía en la tierra aún, no hay cómo olvidarla, es como que aquí queda flotando en lo que llamamos "humedad", pero es lluvia en aire. Cuestión: busqué otra respuesta, tomé otro camino. Bien alejado, no imposible, pero lejos y el CRONOs del Topos me dió la desesperanza de que voy a desesperar. Sonaba igual la música auricularmente, entonces no me desesperé tanto. Pero ahí no más, las miradas comenzaron a tornarse un poco ojonas, feas, cejudas, y rajé. Seguí caminado emprendo y seguí. Un par de metros, un par de postes, un par de obreros electrocutando simulacros de luces, un par de amigos sacándose fotos domocentenariamente, y que me importó, no. Nada. Yo seguí. Llegue y estaba cerrada la calle de salida. Un pibe debajo de un árbol se rió con cara de "ay se le enganchó el cable en la rueda" , oh, que sorpresa. Nada significante. Ni me importó. Di vuelta, "Prohibido circular bici y moto", al cabo que ni quería. Ni me importó, seguí girando. Paré en el color...
Pensé que podía ser una ventana, mirar a través, podía ser
una ventana: no la forma, no el instrumento, o el elemento... sino el hecho de
hacer: mirar a través. Y las banderas atrás nadaban en el viento como peces sedientos y sensuales, lentos y casuales.
Mientras tanto, autos, sonando. Viento zumbando en los
oídos. Arriba de la bici me sentía como con otro tipo de piernas, quizás fue
por el choque contra el piso, quizás fue por ser otro tipo de andar. Un andar
más continuo, más rápido, porque quizás atendía más a mi ansiedad de encontrar.
Por eso mismo, nuevamente, como pseudo caballo me subí a los pedales como
estribos y seguí.
No suelo bajarme al suelo para bajar o subir cordones. El
suelo sigue abajo, yo lo torturo con saltos, no hay mucha tecnología, si bien
no es montañosa la zona, tiene sus desniveles nada dóciles, y muchos y
solitarios trozos de civilización, ladrillos rotos, fragmentos de ciudad que
están ahí como supuestos obstáculos, expulsados de vaya a saber qué picapedrero urbano.
Por lo tanto a veces esta ciudad, con su sol, o su calor
equilibrado, suele ser más amable, más querible, más habitable. Hay que saber
captar desde dentro de la casa, desde dentro de nuestras paredes cuando el
afuera puede regalarnos una linda temperatura: un paseo de brisa, de sol, de
amplio cielo que a muchos les falta. Creo yo que capaz por no sentir nada en la
llanura (no sentir en los pies un subir o un bajar), tampoco sentir la brisa de
un río cerca, y solo a este nivel 0 ver semáforos, edificios, pianos que son
sendas peatonales en esquinas, basura en cada rincón entre asfalto y según la
época del año calor o frío, pero siempre con la constante de humedad que emerge
en forma de oscilación de aire corpóreo.
Entre estas lecturas arquitectónicas, a parte de mí, hay otros que se asoman en un día como hoy (hablando yo dentro de la foto). Al lado de las eternas publicidades contaminantes, y antes de que otro Rojo, pase y tape nuestro contacto visual, está allí, ese ojo, esas manos que abren delicadamente una nueva visión... A todo esto, como detalle no menor, arriba del auto gris, se dejan ver las huellas felinas, un otro habitante, no presente, pero siempre dejando cierto rastro.
Más adelante en las calles, dando vueltas, subir bajar, por las rampas de las esquinas, o por las rampas de las entradas a las cocheras, donde se corta el cordón (¿Umbilical?) de las casas, que (¿Parió?) la madre ciudad a partir de las partículas cementosas, calosas, ladrillosas, pinturosas, y mucha guita, un barrio, de muchos otros, bastante singular se deja ver en su altura no muy alta y en sus edificios.
Muchas veces pasé por esta casa, a la vuelta vivía una amiga, dentro de una casa verde con dos ojitos ventanas. No sé cuándo se concretó mi lectura: Una lira griega. Hace bastante que me pregunto ¿Por qué habrá una lira en Resistencia? De seis cuerdas, un puente gris de reja, y sus dos manijas elegantísimas, señoras mucho gusto pase usted por aquí. Hermosa puerta (¿hacia dónde?). Parece ser de oro, quizás habría que ver qué tanto brilla a las 12:00 o a las 12:47... depende.
Allí mismo, en frente, cuadra de enfrente, pero en la esquina, después de sacar esta fotografía fui por otra, y más bien que me encontré con esta especie de barco oriental surrealista. Blanca, con rejas mandalísticas, hermosas para pintar con pinceles y balas de cañon rojas. Los círculos, de noche podrían recorrer o jugar en circuitos que por los ángulos y las curvas de los bordes, escaparían de la estaticidad.
En fin, para no levantar sospechas (todos somos sospechosos
fuera de nuestra casa), estando en la esquina de enfrente me di cuenta de otra
mujer de ladrillos que se levantaba con cierta vejez. Derrochaba naranjas de un
árbol joven a su costado, pero no muchas. En su pared de piel blanca, son tan
seductores el musgo y la humedad. Tiene como una cara, o cabeza, con varios y complejos accidentes faciales. Estos rasgos de tejas, rejas,
ladrillos, ventanas, arcos, bordes con rayos solares, un poco de urbanidad
vulgar (entre el poste, el aire acondicionado y los cables), muestran la cara
oculta, capaz por que justo le da la sombra del ocaso joven del día.
En este momento solo estaba pensando en cómo la naturaleza a
veces embellece ciertas partes de lo moderno. El verde de la cara de esta
señora blanca aladrillada es sólo un detalle, creo que más de cerca podríamos
encontrar patrones de humedad que nos den nuevas ideas artísticas con dibujos o
composiciones químicas. Quién sabe.
Pero siguiendo por las calles, otras paredes igual de
atacadas por el mar húmedo que habita en el aire, me encontré con
la Sibila Défica (la joven y bonita) de Miguel Ángel. Un conocido artista resistenciano, de cuyo hacer bien identificado por varias franjas etarias de los ciudadanos, entiende y respeta el arte del renacentista italiano.
Hermoso detalle que unos ignoran sorprendidos,
otros capaz saben agradecer.
El
cuadradito del medio, destapado, está como una trampa atrapa pies de
transeúntes que cuesta o costará, varias visitas a médicos. De esta manera la ciudad le da
trabajo a los profesionales. Nada se
pierde...
Me fui, hacia donde ya había pasado por la mañana pero sobre
ruedas a nafta. Cuando vi dije: ¿Qué???????????? Sí así es, comencé con un
solo signo de pregunta para abrir la pregunta y después los signos preguntísticos
se multiplicaron en sincera decepción, o
desilusión, o indignación, o incertidumbre, o todo en uno, mezclado, batido,
con hielo.
Rompe, hincha y jode bastante a la contemplación
de la vida normal tener que leer/visualizar, las acosadoras publicidades. Asco.
Nuevamente. Esta hermosa casa, mejor conocida como "Casa de los
García", le regalaba a la ciudad una simpleza de familia, a parte de un
verdoso y enérgico jardín, a parte de erguirse en la intersección de dos calles
nobles, una especie de llamado silencioso: "¡Mirame!"
Me paré en Mitre, y saqué la de arriba...
Me paré en diagonal y saqué la de abajo...
La rampa me permitió subir y luego girar para incluir en la
foto los nombres de las calles. La posición en la que me encontraba en el
planeta. Esos soles oxidados en el suelo y tapados por la sombra del edificio
de nuestras espaldas, son testigos, creo de cómo día a día esa señora
"Casa de los García", va desapareciendo....
La gente pasa, un poco ciega. La foto los captura. Cada
preocupación con su preocupante. Ellos obedecen las flechas que indica el
cartel. Esta hermosa casa, fue vendida para hacer un monumental rascacielo...
No sé qué tanto, o gracias a qué altura dicha torre rascará el cielo. Pero
bueno, que todo sea por la moda, o por la mafia, o por la necesidad (¿?). Sea
por lo que sea, habiendo estado, desaparece de a poco esta elegante señora blanca
(que daba un poco de respiro al regalar la vista del césped sano al sol).
Sitiada por las publicidades, tapeada, insulada, separada, apartada,
invisibilizada... inicia la tragedia del desgarro de sus paredes, columnas,
pisos, techos. Etc. Quizás logre captar algún otro estado de este hecho en
proceso de triste consumación. La ambición, pienso, tiene estas formas...
Después de unos minutos y ya algo cansada... Ni me fijé en el reloj, no me
acuerdo qué hora era, pero creo que eran las 17 hs... comencé a emprender el
regreso.
Antes de eso, y en fortuito versito, la tristeza como
nebulosa me hacía recordar paseos con mi perra bicolor y manchada, Nalá. Me
recordó a Nalá y su blanco pelo con pintitas negras. Como no está, y cómo esta
casa esta en proceso de no estar, la nostalgia me afectó un poco el
pensamiento... Agarré la mitre... iba dando vueltas, buscando algo más, alguna
otra pintura en la pared, o alguna otra señora casa que se levante en la vereda
con alguna personalidad particular que me apele. Pero no... Igual seguí
bastante hasta que me sentí llamada por un símbolo que reconocí muy bien...
Crucé, pasé, di vuelta, volví hacia el árbol, y saqué la foto:
¿Eso es una pierna? ¿Esa es una mano? Así estaba... aún
iluminado. La cámara de este rrojo saNNsungg no es nada avanzada, no sé , sin
tener mucha creencia sideral, quizás lo más blanco de la foto, provenga
realmente de algo que viene más allá. El sol le pegó bien fuerte a los
costados, dejando nítido el dibujo... Rojo. Figura roja. ¿Interesante? ¿Sospechoso,
dudoso, misterioso que sea Roja? No importa, no es bueno especular. Pero es
espectacular encontrar los sentidos sin entenderlos.
Y como ya todo es sentido,
interesante debe ser también, pensar -pienso yo- que esta señal haya
sido bastante importante, puesto que el día anterior había pensado seriamente
en ese viernes asistir a la meditación que me habían recomendado tanto. Cómo
cualquier viaje, o cualquier sentido, recorrido, circuito......... todo se
cierra, de diferentes e inconexas maneras, pero se cierra, o culmina o termina,
o cumple cierta función, o madura en algún aspecto. La bicicleta que me hizo
rodar esa tarde me regaló esta visión, entonces decidí traerme esta señal.
Quizás no fue buena elección, porque estaba llena de hormigas, se ve que el
material de la que estaba hecha esta tabla, o cartel o no sé... era rica ???? O
capaz las mismísimas hormigas de tanto hambre están dispuestas a consumir
cualquier cosa, total nadie se va a dar cuenta si tienen 2, 9, 10 ojos, o
patas, o antenas. Son negritas y listo, pican y listo. Entonces al llevarme en la
bici andando la tabla, no me percaté del micromundo de hormigas. Con el viento
que me pegaba en la cara, voló una hacia mi ojo izquierdo... Fui puteando por
dentro, más o menos, dos cuadras. No aguanté mas y paré atrás de un auto
estacionado, apoyando mi pie derecho en el cordón de la vereda. Sentía dentro
de la redondez de mi ojo la constante picadura, como una especie de titilar de
dolor, recorría lo que a causa del doler iba siendo una dimensión bastante
enorme entre mi cachete y mi ceja en mi cara. Rápido, en el ojo lloroso, mis
dedos intentaron sacar cualquier tipo de ser vivo mínusculamente asesino de
venas. Se me pasó un poco y noté la cantidad de hormigas de un milímetro por un
milímetro que empezaron a salir de esa tabla extraña con el mantra Rojo.
Cayeron miles al suelo. Entonces agarré mejor la tabla, acomodé los auriculares
que seguían sonando y volví a la calle. Pensé, mientras andaba, que capaz fue
un castigo. No debería haber juntado el símbolo. Pienso también que capaz no fue un
castigo, sino una advertencia, la presencia de estos micromundos. No sé,
simplemente una o dos volaron y me picaron el interior del ojo. Me acordé de mi
Timoteo, mi gato celeste que tiene sus ojos dibujados indistintamente, con uno
ve todo lo que todos vemos, lo que cualquiera ve, el otro ve lo que no se ve a
simple vista o bien se encuentra de diferente manera a la realidad.
_A__A_
(o) o
= v =
Capaz me
transmuté un poquito en Timoteo. En fin ya no importa, me quedo con seguir
encontrando sentidos... sin necesariamente entenderlos en lo inmediato. El
tiempo, la fuerza de lo continuo, enfrentarnos a ver salir el sol y verlo
ocultarse, nos da el ejercicio para de a poco, a demás de vivir, comprender el
sentido oculto de las cosas.