sábado, 27 de agosto de 2016

Cualquier fragmento ((You have to die a few times before you can really live))

A veces, es extraña esta ciudad. Contiene ciertos lugares. Ciertas vistas. Más allá de lo que se devora el césped y el aire, más la luz solar, los estómagos resfriados, los ojos envidiosos, las inocencias y los hilos milimétricos de ambición, pueden habitar todos manoseados en una sola nebulosa. Un núcleo no tan núcleo. La periferia cercana al río se torna centralidad.


La misma, grandota, calurosa, austera de lo moderno, de lo impuesto, tiene como órgano químico ese dios acuático. Un brazo naciente de algún otro contingente de más altura, en el globo terráqueo. En las aguas acumulan, sedimento a sedimento, como granos de maíz, centímetros de magnetismo cambiante. Era serena la tarde de la fotografía, se nota en la piel llana del río, el estremecer ondulante a causa del viento, que ni era Zonda ni era Norte.
 

Los habitantes probablemente quieran más su tierra. La calma toma mejor forma. La naturaleza memoriosa negocia a veces. Será que se levanta buenita, ablandada por algún ser que aún tiene conectadas las venas de sus palmas y tobillos a esta tierra de polvo extraño, con desdeño maleducado que trajeron los extranjeros y malenseñaron. En realidad, todos se olvidan de ellos, pero es a ellos que le debemos la nitidez del aire. Y no hay ningún ejercicio de dimensionar la memoria hacia esas direcciones. 


Lo más blanco de la foto, es lo que en otro país se nombra como Inti. Los posibles ojos no abiertos, a veces no son importantes. Y ¿Qué puedo decir de las sombras? acostadas, fulgurantes, se expanden hacia diferentes direcciones. Estos seres desprenden su alma por el piso, cualquier tierra, debajo del celeste.

 
La palabra marcada, disciplinada. Presentada. Puede ser que esté escoltada... Le queda bien al presentador. La rusticidad y el pensador de la izquierda, puede simular muchas sutilezas. Una flor, un sol, unos cabellos de algodón, ¿Qué más observar de lo que se observa? Cuánto vacío.
 
 


El pensador no se pierde del todo. Y como el ADN bien lo indica, el único libre para elegir tener la tez bien en alto, es aquel más inocente, lo que más potenciado es en materia de futuro. La vejez de a poco puede hacer que el cuello se canse, o bien se eduque y apuntar mejor al horizonte, que siempre está a la altura de nuestros ojos. Para qué más... para qué menos.


Los hacedores. No era humo, no era neblina. ¿O sí? No eran nubes... ¿O sí? Trabajaban la forma. Formaban el trabajo. Fácil es palabrasear acciones que no necesitan de la fuerza corpórea en los músculos de una de las manos o bien que te duela la espina lumbar al sostener por más de diez minutos una máquina motorizada. ¿Para qué van a hablar ellos? El silencio de su trabajo, el movimiento, lo único "audible" para los ojos. 


Bien está expresado. Los sujetos y sus ropajes, sus protecciones, sus códigos. Expresando los gestos. Los sujetos moldean, muelan a palos también como los antiguos Helenos a sus columnas de cultura, de piedra, de mármol. Pero si la muelan entonces la relatividad cobra poder. La dureza incluye también cierta maleabilidad. Cúanto cuesta esa maleabilidad es otra cosa. Los sujetos lo saben.


Las espaldas de los sujetos también son interesantes. Le dan siempre la cara a lo importante. Pero en ese sentido somos todos seres de dos caras, binarios, cara a y cara b. Malditos óculos de visión han condenado así a la existencia. El único posible órgano de sentir algún sufrimiento exterior, es el tejido en el eje transversal... el nervio, sí... ese mismo que cuando nos respiran en la nuca ve más que los ojos la desesperación de la vulnerabilidad de nuestra Cara B. Pero este sujeto espaldado, espaldando, atiende la creación de la creación de la creación de la tierra. Hay todo un remolino de relaciones que se pueden hacer. Otro ser nació.
 

Los sujetos admiran a los objetos como ¿sujetos? No hay un único concepto de identidad para las entidades. Lo más importante es que las serpientes venenosas pegan la vuelta. Se hacen las amistosas, o depende cómo le caigas, las apestosas. Lo cierto es que en determinadas sombras del día, pegan la vuelta. Mientras tanto, los objetos se vuelven mundo.



Los muros, no se visten. Los muros se marcan. La humedad siempre tiene una firma, y siempre la última, en todo. La fuerza verde también. El sujeto borracho toma sin parar. El sujeto cara fenotípica de escritura muestra ¿lastima? por el borracho de la izquierda inferior. Reza la frase algo así como:  Tenés que morir un par de veces antes de realmente vivir

 
Entonces es ahí, hacia la derecha, donde en el recorrido aparece una genealogía propulsora. Apelará mucho más a cualquier célula de identidad íntima. Más que cualquier mar, más que cualquier ahogado blanco, más que cualquier venoso misil, más que cualquier gusano procreador, pero no siempre a un desconocido malentendido humanoide. No importa si no entendés lo que es un gerundio, o lo que es un mural en una pared. Lo que importa es que no te preocupe seguir sin entender. Así se les pasa la vida a varios.
 
No
ven
ni
oyen
ni
captan
los
más
diminutos
detalles
de
sentido
(todos acumulados por ley sacra eterna)
 
eternamente ignorados.
 

 
Ignorancia. Como cualquier corazón ignorado por su cerebro mismo. Pocos humanos se comprenden a sí como máquinas biológicas. Sí, si te miras el hombro izquierdo poco vas a entender de la sangre, los músculos, las venas que a dos palmos de la articulación, contienen tu corazón. Ni si quiera sentís bombear el motor. Ni siquiera entendés que el ritmo de la música que te gusta, a veces podes oírla porque tu corazón te marca, te indica -también pulsacionalmente- el retumbar de la sangre interna. Poco nos damos cuenta de esto. Y de las diez raíces que hay en  nuestros pies. Gracias, oxígeno.
 



Muchas marcas. Pero, hace poco, vi en el Facebook ciertas palabras de la autora de esta figura. Celebraba que lo hayan descubierto. El ser, con una mano en alto, había estado tapado, no sé si censurado, pero había estado tapado. Se pueden interpretar varias cosas de las marcas encontradas. El camino y la forma de la pared...

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